martes, 15 de enero de 2013

Sannyasi - Maestro espiritual


En cualquier parte en cualquier lugar puedes encontrar la espiritualidad, esta a la vuelta de la esquina, al volver una pagina, en los ojos del mendigo, en la picaresca del truhan, en el amigo, llama a la puerta de tu corazón toc toc y hallarás la respuesta.
Este escrito cayo en mis manos de forma casual no lo busqué me fue entregado,  un regio metido a poeta Israel Adonai, me concedió el honor.


Algunos árboles dan sombra. Otros iluminan. El árbol que se ve en la foto, un enorme ficus o higuera de Java (Ficus benjamina), es la estrella de los jardines botánicos de Peradeniya en Kandy (Sri Lanka), donde fue plantado en 1861, y da mucha sombra (según el propio parque, 2.420 metros cuadrados), pero a pesar de lo que se dice en algunas guías no guarda ninguna relación con el mítico árbol Bo (Ficus religiosa), la higuera sagrada a cuya sombra el príncipe Sidharta Gautama —Buda— alcanzó hace más de 2.500 años la iluminación en Bodhgaya (Bijar, India). El árbol original de Buda fue destruido (lo mató la esposa del rey budista Ashoka, por celos), pero un esqueje fue llevado a Sri Lanka y trasplantado el año 288 antes de Cristo en Anuradhapura, a 134 kilómetros al norte de Kandy, donde se sigue venerando 2.301 años después.

        La historia se refiere a un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llaman un sannyasi. Este es un mendicante errante, una persona que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él. Entonces se traslada de un lugar al otro. Tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar.
Al encontrarse con el sannyasi, el aldeano dijo:

"¡No lo puedo creer!

Anoche soñé con usted. Soñé que el Señor me decía:

-Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sannyasi errante- y aquí me encontré con usted."
"¿Qué más le dijo el Señor?" Preguntó el sannyasi.

Me dijo: "Si el hombre te da una piedra preciosa que posee  serás el hombre más rico del mundo ... ¿Me daría usted la piedra?"

Entonces el sannyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:
"¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba?"

El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo. "¿Podría quedármelo?"

"Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted."

Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea. El aldeano tomó el diamante y ¡qué inmensa fue su dicha! Como lo es la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos.

El aldeano en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.

El aldeano en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.

Al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo: "¿Podría hacerme un favor?"

"¿Cuál?" le pregunto el sennyasi.

"Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente? 

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